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Yo [Mis]
viernes, 18 de enero de 2013
José Riu Teixeira
I
Háblame secretamente de las magnolias, del modo
cómo caen los pétalos sobre la tierra los últimos días.
Los que no saben de la súbita blandura de las mañanas,
recogen silenciosamente fragmentos de la luz de marzo.
Pero tú nunca caminas sobre el trigo, ni asistes
a la devastación de un amor mayor que la muerte.
Derramarás tu sangre en la tierra incendiada,
para que lloren las flores el ineludible desenlace del invierno.
II
Me detengo en los silencios descosidos
de tu ropa interior, en la extrema soledad
que anochece la tundra contra el hambre
esférica en el cielo de la boca o lenguas de fuego
sobre nuestras cabezas.
Serás como el fin del mundo en una caja
a los pies de la cama o la suspensión
demorada en el crepitar de las ausencias.
III
Mi madre retenía en las manos la aterradora
exactitud de la muerte. Durante años la guardó
como una lámina sobre el corazón.
Un día, un gato escatológico deletreó su
nombre. Creí que fuera Dios. Cerré las manos
contra los higos con miedo del invierno.
IV
Los que van a morir traen el fuego
en la extremidad de las palabras, posan
la boca en el suelo sobre la propia sangre,
la noche por dentro de los huesos.
Los que van a morir traen canciones
como aves azules en los hombros
de las viudas, dan los hijos a las mesetas
en el otoño y viven bajo el cielo.
Miran la escasez a través de muchas escotillas.
V
Yo nací años después, ya habían muerto
muchos de aquellos que más tarde vendría a amar.
Con la cabeza en llamas y la boca
demoradamente expuesta, deletreé tu nombre,
con el cuerpo caído y una elegía desmayada
en el esófago, y frutos secos en el lugar de los ojos.
VI
Las casas son cosas que se piensan contra las paredes.
Un día alguien muere apresuradamente y las referencias
estructurales de la memoria son elementos geométricos
y decorativos en el interior de las casas, impresos
en los fragmentos de luz. Y el amor cabe dentro de la muerte
como puñados de tierra en manos cerradas.
VII
Observaba conmovido la multiplicación de los panes,
al modo asombrado como los viejos
atravesaban las carreteras, a la densidad anatómica
del cardumen de arenques. Me detenía
en las ruinas con las manos desmayadas
sobre la superficie de una secreta labor.
Casualmente, presentía la muerte,
recogía su silencio y devolvía el resto
a la tierra, en el soplo que desliza próximo al suelo
como un secreto que precede al incendio.
Encontrado en Gente Emergente en su entrada José Rui Teixeira (Poesía bilingüe)
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