lunes, 24 de septiembre de 2007

Tal cual



Dando un paseo, tomando aire puro, contemplando la naturaleza, mis pasos me guiaron a las orillas de un río no familiar. Sus aguas cristalinas, el sonido del murmullo provocado por el roce y choque del agua con las rocas era una melodía exquisita. Las flores silvestres, vestidas de gala, adornaban los surcos de aquel arroyo.

Me despojé de mis zapatillas y deslicé mis pies a sentir la frescura de aquellas aguas. Un movimiento sobresaltó aquella tranquilidad, un movimiento cercano. Por un instante sentí cierto temor, hasta que fue entonces que lo vi, un hermoso cervatillo se acercaba a saciarse su sed. Sonreí, pues por primera vez gozaba de la compañía de un ser tan hermoso. Pensé por un instante que mi presencia también le habría sorprendido y se iría. Para mi sorpresa allí estaba sumergiendo sus ágiles patas en el arroyo que comenzábamos a compartir. Al parecer se percató que no dejaba de mirarlo y fue cuando su mirada y la mía se encontraron. Cuanta paz había, compartíamos una armonía y descubrí el respeto de la naturaleza con cada ser.

Realmente no sé el tiempo aproximado que nuestras miradas se quedaron fijas pues parecía que el tiempo se hubiese detenido. Con su peculiar brinco cruzó hacia el otro lado del arroyo. Allí frente a mí se reposo entre un verde chispoteado de lágrimas blancas. ¿Sabía que no le haría daño? o ¿sólo se arriesgaba en un instinto poco usual?. Lo observé, tranquilo, quieto, respirando toda aquella dicha que brindaba el lugar. Emulé su acción y me deslice en aquel verde, dibujé en las nubes, respiré profundo envolviéndome en todo aquello que me rodeaba. Mis pies se hicieron los suyos y recorrí todo aquel lugar con seguridad, naturalidad y sabiendo que pertenecía a él.

Al abrir los ojos, me percaté que el tiempo no se había detenido y busqué al cervatillo a ver si todo fue un sueño, mas no lo encontré. Tomé mis zapatillas, corté dos lágrimas vivas de la orilla, las enlacé en mi cabello y me dirigí a la casa, pero una sensación extraña me hizo voltear a ver nuevamente el lugar, allí estaba haciendo con su cabeza un gesto de reverencia, saludo y complicidad. No dudé que todo fue cierto y tal cual.

No hay comentarios: